Entre otros aspectos, los cuidados más importantes que debemos tener con nuestras plantas son:
- El riego o la cantidad de agua con que las nutrimos
- La tierra en que se cultivan y la riqueza de esta
- La luz que reciben a lo largo del día
- El abono con el apoyamos su crecimiento y floración.
Uno de los elementos más importantes en la vida de los vegetales es la luz, que ejerce una influencia fundamental tanto para su crecimiento como para su supervivencia. En lugares poco iluminados las plantas suelen sufrir mucho, al tiempo que crecen más despacio y de manera algo más débil.
Los principales indicadores de este problema son la falta de color o su tono amarillo. Esas manifestaciones son muy evidentes; sin embargo, existen otros síntomas que nos ayuden a reconocer cuando una planta no está en el lugar más indicado. Estos signos pueden ser:
- Un escaso crecimiento en la estación de verano.
- Sus hojas y tallos están alargados y casi sin color.
- Si son ejemplares que dan flores, éstas caerán rápidamente, en muchas ocasiones incluso aún siendo capullos. También es probable que ni siquiera lleguen a florecer.
- Sus hojas nuevas nacen pálidas o amarillentas.
Si las plantas están ubicadas en sitios expuestos a demasiada luz o a los rayos del sol directo, también pueden sufrir graves problemas. A partir de la primavera hay que evitar el sol directo, incluso para aquellos ejemplares que requieren de muchísima luz. Si se detectan manchas blancas y después marrones y resecas en las hojas, será señal de una mala situación. El exceso de luz puede ser tan perjudicial como la escasez. Algunos síntomas para detectar este problema pueden ser:
- Hojas de aspecto apagado y sin vida.
- La planta parece marchita durante las horas más calurosas del día.
- Los bordes de las hojas aparecen quemados y de tono marrón.
- La planta se inclina hacia el lugar contrario