Es difícil conservar la flor de Pascua una vez pasada la Navidad debido al trabajo que conlleva. Sus grandes hojas rojas caen y su delicadeza se hace palpable. A su poca tolerancia a las heladas o las tierras húmedas se le añaden la sensibilidad a los cambios de temperatura, las corrientes de aire o la falta de luz.
Para su conservación, además de una atención constante, lo primero que debemos hacer es podar a unos diez centímetros del tallo, por encima del nudo de las hojas, y se puede aplicar algún producto que ayude a cicatrizar el tallo. Una vez que la hemos dejado pelada, la ubicaremos en un lugar de la casa fresco e iluminado.
En primavera comenzarán a brotar las nuevas hojas, que tendrán un color verde radiante. Para que las plantas adquieran el color rojo que las caracteriza no puede tener más de diez horas al día de luz, por lo que tendremos que crearle la oscuridad artificialmente. ¡Y debemos ser muy rigurosos!